Hace diez años escribí Mi desventura con el seudónimo, un artículo donde contaba mi frustración intentando registrar mi nombre de autor en Colombia.
Recuerdo la cara rara de los notarios cuando les decía que quería “registrar un seudónimo”. Algunos me hablaban de cambio de nombre civil, otros de escrituras que no tenían nada que ver, y yo salía más confundido de lo que entraba. Recuerdo la lluvia de comentarios alrededor de aquel artículo. Aún a hoy muchos autores aterrizan allí en búsqueda de una respuesta que hasta hace unos días parecía imposible de hallar.




