Diversidad y representación en la literatura

Racismo en la literatura: las cubiertas blanqueadas

Sé y entiendo que muchos no leerán nunca esta entrada y que algunos terminarán indignados por mis palabras. Incluso estoy preparado para recibir los comentarios de quienes me tomen erróneo, pero durante algunas semanas estuve dándole vueltas al tema y creo que es justo y necesario. Ya es hora de dar la cara y aceptar que la literatura fantástica y la literatura adulto juvenil poseen un tinte racista.


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El tono para narrar una historia

O cómo descubrir el registro apropiado.


¿En serio?

Hace unos días, mientras investigaba un poco para Héroes de cajón y terminaba las preparaciones del Taller literario en línea, que realicé con mis suscriptores en el 2016, no pude dejar de pensar en el hecho de que una misma historia puede variar si el autor decide cambiar el registro o tono con el que la está contando.
Nos confundes, Piper. 
Sí, tienes razón, hombre confundido, seré más específico.

Cuando escribía Héroes de cajón comprendí que en vez de enfocarme en las habilidades o poderes de los personajes, la trama debía girar en torno a qué pasaría si se contara en un entorno más subdesarrollado, más latinoamericano, más Colombiano.

Por la personalidad de la protagonista decidí que la mejor opción para mi novela era el narrador en primera persona, pues me permitió inyectarle cierta dosis de humor y sarcasmo al relato y mayor libertad en los diálogos. Sin embargo, en algunas escenas sentí que debería usar el tercera persona y ser más dramático. 

Tras pensarlo mejor llegué a la conclusión de que con este cambio de tono solo lograría darle un vuelco a mi historia. Pasaría de ser un Civil War: Capitán América (Nótese la combinación casi desapercibida de idiomas) a un Batman vs Superman.


Pero... ¿Qué es el tono cuando escribimos?

Cuando hablamos del tono literario de un texto nos referimos a la actitud del narrador hacia lo que él o ella narra. En otras palabras, el tono es la emoción principal que reflejamos al escribir.

Veamos el siguiente GIF para entrar a trabajar con esto de los tonos.

No te burles... no te burles...
Tono jocoso.

—¡Oye!... ¡mira que!... ¡ja, ja, ja!
—Ya, cuéntame. Qué pasó.
—¡Es que es muy chistoso! ¡Un viejito hoy en la piscina se dio un porrazo cuando se fue a tirar!
¡ja, ja, ja! —Carlos se retorció en su silla y se le escapó un pedo—. ¡No me digas!

Tono sombrío

—¿Por qué estás tan serio? —preguntó mientras servía la mesa con lentitud—. No has dicho ni una sola palabra.
—Es que hoy sucedió algo terrible en el club. Un hombre ya anciano sufrió un accidente al resbalarse.
—Oh, que horrible.
—Sí, creo que se fracturó la cadera.

Ahí encontramos una misma historia en dos tonos diferentes, pero, ¿Por qué es importante el tono en que escribamos nuestras historias? Porque a medida que vamos escribiendo, empezamos a sentirnos cómodos en un registro específico y así vamos puliendo nuestro estilo literario.

¿No me crees? Quizás si lees lo que dijo el escritor Mario vargas Llosa de su novela, Pantaleón y las visitadoras, te de una mejor idea de la importancia del tono:

La historia está basada en un hecho real —un «servicio de visitadoras» organizado por el Ejército peruano para desahogar las ansias sexuales de las guarniciones amazónicas—, que conocí de cerca en dos viajes a la Amazonía —en 1958 y 1962—, magnificado y distorsionado hasta convertirse en una farsa truculenta. Por increíble que parezca, pervertido como yo estaba por la teoría del compromiso en su versión sartreana, intenté al principio contar esta historia en serio. Descubrí que era imposible, que ella exigía la burla y la carcajada. Fue una experiencia liberadora, que me reveló —¡sólo entonces!— las posibilidades del juego y el humor en la literatura. A diferencia de mis libros anteriores, que me hicieron sudar tinta, escribí esta novela con facilidad, divirtiéndome mucho, y leyendo los capítulos a medida que los terminaba a José María Gutiérrez, y a Patricia Grieve y Fernando Tola, mis vecinos de la calle Osio.

Ahora te entiendo mucho mejor, Piper. Continuemos con el siguiente ejemplo:

¿De cuántas formas y en qué tonos se puede narrar la historia de un hombre que pretende crear y dar vida a otro ser semejante a un humano?

De muchas formas. Podría ser una novela infantil, como Pinocho; un relato de terror, como Frankeinstein; una historia fantástica como El joven manos de tijeras, o un relato filosófico como Las ruinas circulares de Jorge Luis Borges. Mismo tema, diferente tono.

urantiansojourn.com
La elección del tono depende de la personalidad del autor y sus intenciones. 

También es recomendable el uso de diferentes tipos de tonos en una misma historia, con lo cual se puede crear una sensación de ritmo y se mantiene interesado al lector. Ahora veamos otro ejemplo, pero esta vez en el cine.

¿De cuántas formas y en qué tonos se puede narrar el tema de los campos de concentración?

Puede usarse un tono tierno y cómico como en la película La vida es bella, de Roberto Begnini, o el crudo y real de La lista de Schindler, de Steven Spielberg.

Existen diferentes tonos, pero los más comunes en la literatura son:

· El tono trágico 

· 
El tono irónico

· 
El tono paródico

· 
El tono íntimo 

· 
El tono jocoso 

· 
El tono serio 

· 
El tono formal 

· 
El tono informal o familiar 

· 
El tono moralista 

· 
El tono realista 

· 
El tono idealista 

· 
El tono melancólico 

· 
El tono sombrío 

· 
El tono condescendiente 

· 
El tono parco 

· 
El tono periodístico 

Debes sentarte, y, como dijo Vargas Llosa, liberarte en el tono que mejor te dé. Quién sabe, quizás esa obra de arte que duerme en el cajón de tu cuarto solo deba ser escrita de forma diferente. Incluso, ahora que lo pienso, muchas de las dificultades y bloqueos que presentan varios escritores que acuden buscando una asesoría se deben a que no están usando el tono adecuado en sus historias o, por el deseo de seguir a su escritor favorito, tratan de escribir imitando el tono de otro escritor.

¿Y tú? ¿Qué tono o tonos estás usando en tu última historia? 
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La aflicción del escritor

Hola a todos. Confieso que llegué a pensar en abandonar el blog e incluso estuve dispuesto a no redactar esta entrada, pero aquí estoy, dejando al descubierto mi tristeza tras la pérdida de mi bebé David Santiago.

Nunca te olvidaré, hijo.
Durante días permanecí sentado frente al computador preguntándome si era necesario. Si mi vida íntima y mi dolor merecían ser del escarnio público (solo cuando estás del otro lado del puente supones que mereces ser el centro de atención y que tu yugo debe ser llevado por los demás).

Sin embargo, hubo un grupo de personas, algunos suscritos al blog y otros conocidos del gremio literario, que enviaron su mensaje de apoyo y demostraron ser humanos antes que artistas. En ningún momento pienso que esta entrada sea dedicada a ellos, pues la situación no da para ello, pero por alguna razón no puedo hacer el de la vista gorda. 

Bueno, empezaré por un relato. Antes de que lo leas aclaro dos cosas: no soy poeta ni sé escribir poesía, y esto fue lo único que la aflicción me permitió plasmar. No tiene nombre, pues aunque titulé el archivo Oda a David Santiago, no es una oda, es más que eso... es mi arrepentimiento por no haberle dedicado el tiempo que mi pequeño se merecía.

─Ten cuidado, me lastimas.
─Lo siento… ─murmuró, disminuyó la fuerza del abrazo y volteó el rostro hacia la nada─. Lo siento, no quise…
─No te preocupes ─sonrió─. ¿Estás llorando?
─No… no… es que me harás mucha falta.
─Y tú a mí, pero así es la vida. Que no te avergüence llorar. Desahógate. Más adelante lo comprenderás.
El padre gimió y lo tomó de las pequeñas manos, que se mantenían cerradas.
─¿Cuidarás de mí?
─Cómo crees ─volvió a sonreír el pequeño─. Recuerda dos cosas, papá. La primera, que estoy durmiendo y no tengo conciencia de lo que ocurre en el mundo. Y la segunda, que estás soñando y esta conversación es lo que quieres oír, no la realidad. Lo único que puedo prometer es que nos encontraremos algún día en el paraíso. Solo debes asegurarte de llegar con mamá y mi hermano.
─Te… te lo prometo ─las palabras escapaban lacerantes y las lágrimas caían como una catarata de lava por sus mejillas─. Los cuidaré.
─No te preocupes por mí. El sufrimiento terminó y nunca olvidaré el tiempo que estuve a su lado.
─Pero fue demasiado corto…
─Quizás para ustedes, para mí fue el tiempo perfecto… adiós.
El padre despertó sollozando y se percató de que su esposa no dormía ni se encontraba en la habitación. Se levantó con cuidado, secando su rostro con la manga de la camiseta. Caminó hasta la sala, en donde la encontró abrazada a la pijama de su pequeño bebé.
─Siempre te amaré… ─Fue lo único que susurró.

Algunos dirán que en mi lugar habrían creado algo mejor, pero les aseguro que no todos los días tienes este tipo de pérdidas y un hijo merece más que un simple escrito por hermoso que sea (el escrito). Merece todo el amor, acompañamiento y dedicación que el ser humano pueda brindar, pues son un regalo de Dios.

También quiero compartir el relato que mi buena amiga, Ana Behibak, me envió...

Adiós hijo mío
Hijo mío, fruto de mi vientre,
como lastima ya no tenerte,
tras ver tu cuerpecito inerte
en los brazos de la muerte.
Ha sido espantosa la jornada,
y hoy mi ahogada melancolía,
con la ausencia de tu mirada
se ha convertido en una agonía
¿Cuándo podré volver a verte
entre mis brazos, mi pequeño
y besarte tu rosada frente,
sin que sea sólo cruel sueño?
Esto a Dios le he preguntado,
mas respuesta no me ha dado
que mi dolor haya erradicado
y continua el duelo guardado.
Ya nada vale, y no sólo lo digo,
también llorando al cielo le grito,
¡Vuleve a mi cálido abrigo
y acaba mi dolor infinito!
Ven bebé, mi pequeño crío,
ven, con mami, te daré abrigo,
ven, ¿no ves que sólo río
soñando contigo?
¿No sabes del amargo dolor
que deja tu ausencia, mi amor?
Háblale luna, de mi melancolía,
dile que aún me pesa su ausencia,
que mi calma dejó de ser mía,
desde que no la llena su presencia.

Para los que no la conocen o no recuerdan, Ana Behibak es una escritora argentina que colaboró en el blog con la entrada Maquilla tu relato. A Ana, mil gracias.

Les confieso que a estas alturas no me importa demasiado el blog, el SEO, las redes sociales o el número de seguidores. En estos momentos mi atención está centrada en mi familia: en mi esposa Claudia y mi hijo mayor, Juan Esteban. Y aunque no lo crean, me duele cada segundo que dejé de dedicarle a David Santiago por encontrarme leyendo un artículo o escribiendo para Internet.

Algunos dirán que estoy siendo llevado por el dolor y que es parte del duelo, pero con tristeza recuerdo una ocasión en que le di el biberón y leía una entrada de un blog al mismo tiempo. Dios, en que pensaba.

Para terminar, doy un consejo que puede ser mal recibido por algunos e ignorado por otros: la fama, el reconocimiento y el placer de ser escritores nunca reemplazará el tiempo, las experiencias y los recuerdos de compartir con nuestros seres queridos, sea tu hijo, tu hermano, tu madre o quien sea. Por eso los invito a gozarse cada segundo con ellos, porque bien puede ser el último.

Y si no me crees, yo era de los que pensaba que los hijos se le morían a los demás, no a mí.

No puedo irme sin agradecer a Ana Behibak, Javier Valladolid, Atico Prospere, Maria Teresa Fandiño Perez, Marian, Maria Josefa González, Eliseo González Yncio, Ulises Cardenas, Paula Triedes, Hölle Muse Königin Wieder y quien se quede por fuera. A todos ustedes, mil gracias y muchas bendiciones en sus vidas.

En cuanto a lo que han enviado correos preguntando sobre el taller literario en línea y la continuidad del blog: el taller continúa abierto recibiendo relatos y haré lo posible por publicar una vez a la semana o reciclar entradas antiguas. No lo sé... solo sé que mi hijo está por despertar y es sábado.
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